lunes, 28 de mayo de 2012

El Encuentro. 2ª Parte.





Anoche se obligó a acostarse pese a saber que el nudo en el estómago le imposibilitaría dormirse. La noche trascurrió entre continuos cambios de posición en la cama, visitas a la salita donde apagaba la TV tras unos minutos de desquiciantes cambios de canal y un par de incursiones al interior del frigorífico para comprobar que nada de lo que allí se guardaba solucionaría la sed que esa noche padecía.

Minutos antes de que sonara el despertador, decidió levantarse. Podía decirse que su día “D” comenzaba. Se miró al espejo y se dijo – Chaval, hoy tienes que esmerarte especialmente. Nada puede fallar –

Con la cafetera ya en marcha se duchó con parsimonia, prestando atención a aquellos detalles que no solían tenerla. Usó un cepillito para uñas, se repasó bien detrás de las orejas y entre los dedos de los pies, para acabar con una crema hidratante y un cortaúñas perfeccionador de formas.

Tras eso, se afeitó a conciencia, intentando que ningún corte mancillara un cutis que quería impecable. Un retoque final a las cejas con unas pinzas y estaba listo para el desayuno.

Junto al café se preparó dos tostadas con mantequilla y mermelada, como no, de fresa. Mientras desayunaba, cerró los ojos, e intentó imaginarse cómo sabrían esas panquecas que tantas veces ella le ofreció con picardía y su café. Ese que cada mañana la veía tomar con su taza de loza, entre cigarros y ojeras.

Escoger la ropa no fue tarea sencilla. No acostumbraba a prestar atención a su atuendo y sin la práctica necesaria le envolvían las preguntas. ¿Clásico? ¿formal? ¿moderno? ¿desenfadado? ¿Cómo vestirse para una ocasión así?

Tras muchas dudas decidió no engañarse. Ser el mismo sería lo mejor. Un tejano azul lavado a la piedra no demasiado gastado y un polo naranja de manga larga se completaron con unas zapatillas casuals. Un atuendo cómodo, muy a su estilo, muy él.

Tras el lavado de dientes y perfumado de rigor, se encaminó al garaje. ¿Coche o moto? Llegar en moto le daría un aire más salvaje, más rebelde, incluso más juvenil, mientras que el coche era una opción más seria y sosa.

Así que se enfundó el casco y arrancó en dirección al “Love and Go”. A medio camino, al pasar frente a una floristería cayó en la cuenta que se presentaba con las manos vacías, así que para remediarlo entró en busca de algo bonito que comprarla. Quién lo viera salir de la tienda y subirse a la moto, no sospecharía qué llevaba en aquella bolsa, pero de lo que estaría seguro era de que un ramo no era.

Ya aparcado frente a la suite 5 del “Love and Go” se dirigió a la recepción donde se encontró un cabeceante encargado frente a una TV con el volumen demasiado alto para su gusto. Arreglado el asunto del pago y con unas llaves que le quemaban en la mano se dispuso a entrar a su habitación.

Aun faltaban 25 minutos para la hora H. Tiempo más que suficiente para prepararlo todo como quería. Un vistazo en redondo a la suite para asegurarse que estaba todo donde y como lo recordaba y se dispuso a trabajar.

Empezó levantando el cubrecama de intenso terciopelo rojo y esparció sobre las sábanas lo que había comprado en la floristería y ocultaba en aquella misteriosa bolsa. Cientos de pétalos de rosas cubrieron la cama. Pétalos de rosas rojas en su mayoría, pero también de rosas blancas, amarillas y como no, rosas rosas. Un manto de frescura que ella descubriría nada más retirar el cobertor que Jack puso de nuevo.

En el baño, llenó de agua la bañera redonda y puso en marcha los chorros de hidromasaje trasformándola en un jacuzzi. De su misteriosa bolsa sacó otra de las cosas que había comprado en la floristería. Un  enorme tarro de sales de baño de olores cítricos.
Espolvoreó el agua con una ración abundante y puso la guinda al agua echándole el puñado de pétalos de rosa que aun quedaban en la bolsa. Por el murete de alrededor de la bañera colocó lo último que llevaba en su bolsa. Velas. Muchas velas de diferentes formas, colores, y olores.

Ya solo faltaba ocuparse de la iluminación. Bajó todas las persianas sumiendo la suite en la total oscuridad. Encendió las velas y ajustó el regulador de la pared para conseguir la intensidad luminosa justo como la quería.

Todo estaba preparado. Todo como lo había soñado tantas veces. Todo perfecto, si exceptuamos que Jack tenía el corazón dando brincos, temblores en las manos y piel de gallina por todo el cuerpo.

Apenas faltaban 5 minutos para la hora H cuando se sentó en el borde de la cama sin saber si su corazón aguantaría la espera. Sudores fríos le recorrían y los ojos intranquilos no paraban de viajar de su reloj de muñeca al pomo de la puerta. Aquella espera era una tortura. Los minutos trascurrían a cámara lenta. ¿Sus manecillas no se movían? ¿Estaría parado el reloj? ¿Se había confundido de día? ¿Le daría mal los datos? Nervios que le hacían preguntarse tonterías.

Estaba todo correcto, sólo fallaba algo, y era que ella no aparecía. ¿Se lo habría repensado? ¿Temería a Jack? ¿La habrían descubierto? Preguntas, preguntas, preguntas. Nervios, nervios, nervios. Lo cierto era que ya pasaban ocho minutos de la hora H y sin noticias.

La espera le consumía. Pasaba de la euforia que sentía al oír un motor de coche lejano a la tristeza de pensar que ella no vendría por algún motivo desconocido. ¿Ya no le quería? ¿Había sido todo una burla? Y en esta montaña rusa de emociones se hallaba sumido cuando unos nudillos chocaron contra la puerta de la suite “Strawberry cake”. De un salto, Jack se incorporó. Se acercó a la puerta. Alargó la mano hasta el pomo, y, tras una respiración profunda, abrió la puerta.

Y allí estaba ella. Hermosa, resplandeciente. Con su sempiterna sonrisa embelleciendo su rostro y su precioso pelo cayendo en cascada hasta apoyarse en sus hombros. Con un primaveral vestido beige que estilizaba su figura y una chaqueta roja que realzaba la blancura de su tez, solo alterada por las pequitas que poblaban su rostro y el sonrojo de sus pómulos.

Cuando sus ojos nerviosos se cruzaron, ella dijo: -Hola.

Y jack vio que la tenía allí, por él. En la habitación de la cama de fresa.

Tal como ella se lo había prometido…
…y ella siempre…siempre….cumplía sus promesas.


                                                            Fin de la 2a parte


                                                                      Yago Welles, 15/4/2011


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