lunes, 21 de mayo de 2012

El contenido del paquete





El timbre repicó cuando aun remoloneaba en la cama decidiendo una cuestión tan importante como si levantarme, tomar un café y lavarme la cara o si levantarme, lavarme la cara  y después tomar el café. Era una de aquellas mañanas en que podía dilatar el momento de ponerme en marcha y ¡qué bien estaba agarrada a mi peluche dando vueltas en la cama! Pero el timbre me sacó de tan dulce momento y tuve que ver de qué se trataba.

Era un recadero. Me traía el paquete que esperaba. Jijiji. ¡Qué nervios! Un paquete sin marcas, ni detalles de lo que contenía, pero que yo sabía muy bien lo que era. Cuando días atrás decidí encargarlo, lo hice sumida en un estado de nerviosismo, incluso de duda, que aun sentía, si bien ahora multiplicado por mil.

Mi vida sexual había experimentado increíbles mejoras en los últimos años. De ser un fardo abierto de patas sin apenas sentir algo más que un gustito, había pasado a descubrir mi cuerpo, a disfrutar de él, tanto a solas como acompañada. Hacía cosas que hace unos años ni se me hubieran pasado por la cabeza. Se podía decir que pasé de mojigata a ser poco menos que sexo adicta. Me encantaba y lo practicaba siempre que podía. Si bien no era una necesidad como para las ninfomanas, era un gran placer, y cuando disponía de la ocasión rara vez la dejaba escapar. En cuestiones de sexo, pocos pasos me faltaban por dar, y el contenido de ese paquete podía ser el artífice de que me faltara uno menos.

Conocí a Jack hacía tres meses más o menos. Desde el primer momento, algo me atrajo de él. Tal vez su seguridad, la educación con la que me trataba o aquellos inexplicables cambios de persona cercana, abierta, amable a ser frío, distante, arisco incluso. La cuestión es que me intrigaba y sin darme cuenta pasé de la intriga a la atracción y de la atracción a un deseo irrefrenable. Así que un día que él estaba en su fase persona lo abordé con mis mejores armas de seducción. Lo deseaba y cuando deseo algo nada puede frenarme, y poco tiempo después, amanecíamos abrazados cada mañana. Abrazados y, cada día que pasaba, un poco mas enamorados.

Una noche, mientras fumaba el cigarrillo de “después de”, satisfecha y plena, absolutamente dichosa y enamorada, me dio por pensar. ¿Qué le puedo regalar a Jack? ¿Cómo recompensarle lo feliz que me hace? Y así surgió la idea. Busque información por Internet, y el resultado de mis pesquisas estaba allí mismo, en aquél paquete.

Miraba el envoltorio de papel marrón y no me decidía a abrirlo. ¿Sería mejor dejar que lo abriera él? ¿Le daría un síncope cuando lo viera? Jijiji Más nervios. Otras parejas me habían insinuado el tema, pero ante mi negación rotunda no seguían insistiendo. Siempre tuve claro que por ahí no quería que se jugara, aunque, por otro lado, me intrigaba el saber que se sentiría. Me daba miedo pensar en el posible dolor que me causara, pero, he de reconocerlo, también algo de morbo. Mis amigas aseguraban que nada ponía mas caliente a un hombre que ofrecerles tu espalda y permitirles elegir de qué agujero disfrutar, pero también me advirtieron que tuviera mucho cuidado con a quién se lo ofrecía. Una elección desatinada podía doler mucho. Aunque yo lo tenía claro. Deseaba ofrecerle aquél regalo a Jack por dos motivos. Lo amaba con toda mi alma y sabía que en sus manos estaba segura. Nunca nadie me había tratado con tanta delicadeza como él.

Pasé el resto del día intranquila. Intentando mantener ocupada mi mente en las tareas domésticas pero sin poder evitar echar continuas miradas furtivas al paquete. Preparé una cena especial, atavié la mesa con el mantel de las ocasiones señaladas y saque los platos de loza fina que heredé de mama. Me bañé con parsimonia, pensando en él y evitando tocarme para no perder ni un ápice de deseo para cuando él volviese a casa. Quería una ambientación perfecta y la tenía lista cuando el día se despedía dando la bienvenida a la noche, y, por fin, el llegó.

Quizás fuese entrar en casa y ver una mesa de fiesta preparada, o tal vez las bombillas apagadas y el titilar de las velas, o el beso con lengüita y abrazo de romper cuellos que le di nada más entrar, pero Jack puso una cara de asombro que creía que se me infartaba allí mismo.

No quise explicarle el porqué de aquella preparación. Tan solo le dije -Cena y disfruta que esta noche lo harás mucho…. Jijiji.- Se me escapaba continuamente la risita medio maliciosa medio nerviosa. Él me miraba y por su cara debía estar pensando ¿La habrá tocado la lotería? ¿Se habrá gastado nuestros ahorros en un diamante o cualquier otro capricho y se siente culpable? O…sería posible…. ¿Estará embarazada?

Una vez terminada la cena y cuando volvía de la cocina de recoger los últimos platos, me acerqué a él por detrás, le abracé y besé tras la oreja al tiempo que le susurraba un te quiero y depositaba el paquete frente a él. Me miró intrigado pero tras ver que yo lo animaba con la cabeza, se decidió a abrirlo.

Sus ojos se abrieron como platos nada más ver el dibujo de la caja. Jijijiji, que nervios los míos. Me miró y yo lo miré. Sus ojos me preguntaba “¿Y esto? ¿Un iniciador anal?, los míos resplandecían de ternura al ver lo ingenuo que podía llegar a ser.

-Pero vamos a ver Jack, ¿tu qué crees que significa este regalo?- pregunté.

-Este regalo es para decirte que te quiero, que te amo con todo mi corazón, que no hay regalo en el mundo que pueda compensar lo que me das cada día, que sólo se me ocurre regalarme a mi misma, darte aquello que nunca le di a nadie, que confío en ti y sé que me tratarás con dulzura y que quiero seguir disfrutando más y mas contigo, en la cama y fuera de ella. Y sobretodo, este regalo significa gracias, gracias por ser como eres, por tratarme como me tratas, por llenar mi vida de luz, de sonrisas, de calor.-

A Jack se le escapó una lágrima, se levantó de la silla y me abrazó con ternura mientras me acarició la cara y mirándome a los ojos dijo –Mi niña…, te quiero-

Nuestros labios se buscaron, después tomó mi mano y me condujo al lecho donde disfrutamos de una inolvidable noche de pasión, donde descubrí que si, era cierto lo que mis amigas decían, nada ponía mas caliente a un hombre que ofrecerles tu espalda y permitirles elegir de qué agujero disfrutar, donde confirmé que, con Jack, nada dolía, todo era fácil, cómodo, natural,…..donde me amó,..... por delante y por detrás.



                                                                                 Yago Welles, 24/9/2011



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