martes, 5 de junio de 2012

Quiero que sepas....








Querida amiga:

Escúchame, si estás ahí quiero que sepas.

Que quisiera poder decir que verte es la alegría de mis ojos, que eres mi religión,  que me bañas de gozo…… pero no me gusta mentir…transformas la alegría de mis ojos en alergia y piojos, mi religión en mi retortijón, el bañarme de gozo en ahogarme en un pozo.

Quisiera poder decirte que a tu lado las horas vuelan y siento un flechazo….cuando en realidad solo vuelan dardos y zapatillazos. Decirte que pierdo la noción del tiempo contigo,….. Aunque lo que suelo perder es la paciencia. Eres puro desatino.

Quisiera poder decirte que el roce hace el cariño………pero acaso el cariño tiene picores de urticaria, rojez de eccema e inflamación de sarpullido?

Quisiera poder decir que me provocas sentimientos buenos, me trasmites compasión y ternura, que me das paz….. sentimientos si… ¿pero buenos? ….en vez de trasmitir compasiones, me haces sentir convulsiones, la ternura…..ayyy la ternura….es solo tortura, y la única paz que tenemos entre nosotros dos es cuando te chillo ¡¡Déjame en paz!!

Tu no trasformas, deformas, tu no inspiras, aspiras, tu no eres la que me enseña la belleza sino la que se empeña en ser colmena de abejas, no me das aliento, sino me dejas somnoliento, no eres la que me acompaña y me da la mano si no la que me enmaraña y me chilla en vano.

Quisiera poder decirte que tu voz se equipara a trino de ruiseñor aunque suene a dialogo de bovino y pastor, que cuando cantas me alegras de seguir vivo pese a que oírte es mi peor castigo, que eres mi mejor despertar pese a que no haya imaginado peor malestar, que eres la que me invade de sensaciones y no estas malditas indigestiones.

Y ahora…que mi canción te toca, que mis palabras vuelan como locas.

Ayyy amiga mía, rival de peleas dialécticas, compañera de risas maliciosas, de bromas trasnochadas.

Ayyy amiga mía, solo tu sabes donde acaba la caricatura y empieza el personaje, en que mensaje hay ironía o seriedad, cuando soy careta o realidad. Sólo tú.

Porque a pesar de insultos, bromas, dedos en ojos y palos en ruedas…sé que puedo contar contigo y tú conmigo.

Porque eres….mi amiga.



                                                                      Yago Welles, 26/5/2012

Enlaces a grabaciones programas


Aqui encontrareis las grabaciones a los distiintos programas de radio emitidos hasta la fecha

Programa 4 de Cuentos del Abuelo
Programa 3 de Cuentos del Abuelo
Programa 2 de Cuentos del Abuelo
Programa 1 de Cuentos del Abuelo


Kevin





“Estoy deprimido, sin teléfono, sin dinero... atrapado por imágenes de asesinatos y cadáveres, furia y dolor, niños heridos o muriéndose de hambre, hombres que aprietan el gatillo con alegría, policías y ejecutores... Voy a reunirme con Ken, si tengo suerte”.

Así rezaba parte de la nota de suicidio de Kevin Carter, premio Pullitzer de 1994 por una fotografía en que se veía un primer plano de un niño desnutrido recostado sobre el suelo y un buitre parado tras de si.

Lo primero que pensamos al ver esa fotografía es que el buitre observaba al niño esperando a que este falleciera por su evidente hambruna. Que pretendía hacer un banquete de la poca carne que cubría aquellos reblandecidos huesos. Y que probablemente, ya lo habría hecho en muchas otras ocasiones anteriores.

Seguramente esa fuera la razón del editor del New York Times para elegir aquella foto como portada y no cualquiera otra de las que se mostraban ante él, aquella madrugada de Marzo del 93.

Nada más publicarse, el nombre de Kevin estuvo en boca de todos. Empezaron a hacerle entrevistas, preguntas, la gente se interesó por la criatura, en porque él no espantó al buitre y auxilió al niño en vez de dedicarse a tomar instantáneas, en como podía mirarse al espejo por las mañanas, en cómo un corazón puede ser tan frío...y él? Él solo podía contar que no sabía como terminó aquél niño, que tubo que tomar el avión y volar lejos de allí.

Sólo los de su gremio entendieron que el trabajo de un fotógrafo es retratar la realidad y hacerla llegar a los que desde sus sillones, señalan a los demás sin siquiera molestarse en alzar el dedo índice para hacerlo.

El resto de la sociedad, la opinión pública, se volcó encima de Kevin. Insensible era el menor de los calificativos que recibió. Incluso su familia le recriminó aquella actitud tan, tan…morbosa quizás? Poco humana, dirían unos, profesional otros. Se sentía atacado por todos lados y su refugió fué alcohol.

Meses después de su publicación, cuando ya la vida de Kevin estaba destrozada por aquellas críticas, la foto se erigió en vencedora del prestigioso Premio Pullitzer con lo cual volvió a poner a Kevin en el disparadero

Aquella foto pasó a representar la problemática de África. El niño representaba el hambre, la pobreza, la enfermedad y la muerte que sufría la población. El buitre era el capitalismo que se beneficiaría de aquella agonía, que esperaba paciente para sacar provecho, sacar su tajada. ¿Y el fotógrafo qué representaba?…..Kevin pasó a ser la indiferencia de la sociedad al ver aquellos atropellos, aquellas injusticias.

Kevin no ganó un premio, lo sufrió. Para agravar su pena, pocos días después, un amigo suyo murió tiroteado mientras cubría unos altercados en Johannesburgo. Ya no pudo soportar tanto dolor y tomó la decisión cobarde.

Un vehículo con ventanillas subidas pese a los 40 grados a la sombra que marcaban los termómetros. Una manguera de goma con un extremo en el tubo de escape y expulsando monóxido de carbono hacia el interior del vehículo por el otro. Un motor encendido. Unos ojos que se cierran para siempre.

¿Pero cual es la verdad de aquella historia, de aquel niño?

Lo cierto es que el niño no murió hasta años después, que el buitre no estaba allí esperando que muriera nadie, ni que el fotógrafo tomó aquella imagen buscando el morbo del que le acusaban.

Kevin llegó a Sudán en avión acompañando una misión de reparto de alimentos. Les dijeron que sólo disponían de unos minutos para ver los alrededores mientras se distribuían las viandas entre los nativos. Lo justo para que Kevin diera un paseo por las afueras del campamento y viera la imagen que plasmó sin ser consciente de su futura repercusión.

El lugar de la foto era en realidad el estercolero donde iban los nativos a hacer sus necesidades y se lanzaban las basuras del campamento.

¿El niño? Él no estaba moribundo. Ya había comenzado a recuperarse de su enfermedad en ese campamento de la ONU.  Tan solo estaba defecando. Y si apoyaba la cabeza en el suelo era porque la hambruna les tiene tan débiles que hasta aguantar la cabeza erguida es un sobreesfuerzo.

¿Entonces porque estaba allí, solo? Los padres no estaban allí, porque al llegar el avión de reparto, estaban recogiendo sus raciones.

¿Y el buitre? El buitre, sólo esperaba a que el niño se fuera para ver si había dejado algún resto comestible.

¿Y Kevin?, Kevin hizo la foto y tomó el avión sin saber más. Un avión que por muy lejos que volara ya nunca conseguiría separar su vida de aquel lugar, de aquel instante, de aquél niño.

¿Y la foto? La foto recorrió miles de kilómetros, se publicó en el mejor periódico, ganó el premio más prestigioso y aun hoy, 20 años después, se recuerda. Pero sólo fue una foto hasta que años después alguien se preocupó de indagar la verdad sobre ella y sobre su funesto autor.

De esta historia se pueden sacar multitud de moralejas.

Que un premio no es necesariamente bueno para el que lo recibe o que la misma acción puede ser premiada y vilipendiada según quien la juzgue, o que el mayor éxito de tu vida puede ser tu mayor fracaso, o que no sabes nada si no lo sabes todo, pero yo me quedaría con…

No juzgues sin saber lo que hay detrás o serás injusto…y tus injusticias pueden llevar al juzgado a tomar decisiones que no querrías ni imaginar.

Yago Welles, 29/05/2012

Mi vicio eres tu





Aun recuerdo aquella primera vez que te vi. Era un domingo por la mañana. Pocos transeúntes por las calles. Algún ancianito en busca de su periódico imprescindible de leer mientras desayuna, un par de somnolientos dueños de perros malcriados que no podían esperar más para exigir su paseo matutino y algún adolescente de vuelta a casa tras una noche de botellón en cualquier plaza cercana a su colegio.

Yo había entrado al supermercado a comprar algo….no se, no recuerdo, quizás leche para el café o pastas para acompañar, ¿que mas da? Lo cierto es que fue verte y olvidarme de motivos, de razones. Mis compras dejaron de ser necesarias. En aquél instante sentí solo una necesidad. Tú lo eras. Mi única necesidad.

Con pasos vacilantes empecé a caminar en tu dirección. Directa a ti. Paso a paso. Un escalofrió recorrió mi espina dorsal mientras me acercaba más y más. Mirándote,…mas bien comiéndote con los ojos

De repente, una joven se cruzó en mi camino. Parecía ir a tu encuentro. Oh nooo. Por unos segundos pensé que ahí acabaría mi sueño contigo, pero no, la chica pasó de largo y se perdió de mi vista adentrándose en el pasillo de charcutería. Seguías solo, y sin mujeres cerca. Eso me envalentonó.

Con esa caída de ojos que pongo para hacer notar que algo o alguien me interesan de verdad, me paré a tu lado. No hizo falta hablar. Mi deseo era patente. Estiré mi mano hacia ti. Quería hacerte mío, ya, y tú, ....tú estabas dispuesto a dejarte.

Caminamos en silencio los pocos metros que separaban el supermercado de mi apartamento. En ese breve trayecto, de sonrisas nerviosas y miradas de reojo, solo podía pensar en el momento de ofrecerte mis labios. Ideando mil estrategias sobre cómo llegarte al corazón.

Ya en casa te quedaste en la salita mientras yo…mmm, digamos que me ponía cómoda.
Escogí mi camisón talismán. El que me aseguraba éxito cuando llevaba a un hombre a casa. De satén negro y con remates en blonda, se adaptaba a mi cuerpo realzando mis curvas. Curvas que hay que decir que no estaban nada mal pese a mis 38 años ya cumplidos. Horas de natación y bicicleta en el gimnasio me mantenían más que deseable.

Fui a tu encuentro. Aun seguías en la salita esperándome. Me apoyé el marco de la puerta con pose seductora… mientras me mojaba los labios con la lengua sin perderte de vista. Mmm, con esa artimaña consigo que hasta el hombre más difícil se derrita y tu no ibas a ser menos. Así que sin más preámbulos entré en la habitación.

Una vez frente a ti, me convertí en la loba en celo que llevo dentro. Te arranqué las vestiduras y antes de que reaccionaras, yo ya estaba con la boca entreabierta, deseando comerte, beberte, pero antes que nada…chuparte. Así que no lo dude más, me arrodillé y abriendo más mi boca, te saboreé.

Al principio te sentí incómodo, ¿quizás nervioso? con frialdad diría yo, pero enseguida te relajaste y te dejaste hacer mientras yo seguía lamiéndote con una sonrisa picarona dibujada en mi rostro. Yo era puro fuego y en aquél grado de excitación podía derretir hasta el iceberg que hundió al titanic, así que no tenias escapatoria. De nada te valdría pelear o intentar negar lo evidente. Te relajaste y te abandonaste a la calidez de mis labios.

Te  sujete con firmeza y de un movimiento decidido de mi mano, tu piel se deslizó hacia abajo por el tronco, mostrando su interior rosado. Cerré mis ojos y te hundí dentro de mi boca, tanto que casi me ahogo.

Seguí trabajándote con la lengua. Te succionaba, te lamía, te degustaba entre gemidos de placer.

Mmm, como me gusta.
¡¡Qué bien sabes!!

No sé que pensarías de mí, pero yo necesitaba aquello. Quería que acabases en mi boca, que me llenases toda. Tragarme hasta la última gota de tu ser. -Dame tu jugo, quiero exprimirte yaaaaa- Y no me defraudaste. Tu final colmó todos mis deseos.

Unos segundos después allí estábamos. Los dos tumbados en la alfombra, agotados. Tu vacío, fláccido, sin fuerzas para nada. Yo exhausta pero con la satisfacción del trabajo bien hecho. Aún relamiendo las gotas que me habían salpicado en la mano o los brazos. Mirando a mí alrededor desubicada, como si hubiera vivido un sueño. ¿Qué día era? ¿Qué había ido a comprar al supermercado? 

Nunca olvidaré aquél, nuestro primer encuentro. El primero de muchos. Porque pasaste de ser un desconocido a ser parte de mi ser. Desde entonces, no hay noche en que no vaya a buscarte con ganas de volver a sentirte dentro de mí. Si si, tooodas las noches, incluso algunas repetimos…jijijiji.

Así eres tú. El que nunca me falla, el que siempre me espera. Eres tú. Llueva o nieve, haga viento o truene. Siempre dispuesto a satisfacerme. Mi fiel fuente de placer.

Te llames como te llames, flash, polin, helado de agua, da lo mismo, siempre estás en mi congelador……dispuesto a que te coma.

Mi vicio eres tú.


Yago Welles, 31/5/2012

Creadora de Sueños






Recuerdo tiempos lejanos en los que te conocí. Oía risas a mi lado, y al girarme a mirar, allí estabas. Pura simpatía, alegría e ingenuidad. Algo me impulsó a conocerte, a hablarte, a explicarte comos, cuandos y dondes, porque desde el primer día demostraste avidez de aprender todo lo que alguien estuviera dispuesto a enseñarte. Y me hiciste sentirme maestro, padre, conductor. No fue difícil sentir ternura por ti y adoptarte sin pensarlo.

Unos tiempos en que te sentí mi árbol que plantar, la flor que había que podar para que creciera hermosa, una escultura que había que pulir antes de colocar en su pedestal.

Una época en que tus ojos se abrían sorprendidos a cada novedad que se te mostrara y tu mente absorbía cada cosa que se te explicara. En que tus mejillas se sonrojaban al oír hablar de besos y tu corazón se encogía al mentarte el amor. Cuando sentías un torrente de emociones recorrer tus venas. Cuando eras un bebé, mi bebé.
La rubita de mi corasón.

Y desde entonces…

Desde entonces el bebé creció…y creció…y no dejó de crecer. Alimentándose de ideas, de proyectos, de planes. Sin dejar de intentar realizar todo aquello que se le ocurría. Esforzándose en los pequeños detalles, pequeños si, pero detalles que son los artífices de toda grandeza. Dejó de ser mi bebé para ser mi compañera de aventuras constructivas, mi comodín a donde recurrir cuando se me agotaban las ideas, mi amiga.
La rubita de mi corasón.

Y así es ella ahora….

La que enseña cómo ver un puente donde otros solo detectan piedras. La que indica cómo transformar cuero en cristal. La guía para hacer cada día el milagro de los panes y los peces multiplicando todo tipo de objetos. La constructora. La que te fabrica el edificio donde trabajar y la cama donde descansar después. La que te da el banco donde sentarte para admirar lo que te rodea. La que llena tu vida de cosas útiles sacadas de simples cajas de madera.

La que da lecciones de vida, la que demuestra que de una cabeza puede emanar genialidad, de unas manos trabajo, de un alma tesón, de un corazón pasión.
La creadora de sueños. ¡Más que eso! Porque no sólo crea los sueños, sino que los hace realidad. La artista. La genio. La estrella que ilumina por donde pasa. La admirada.
La rubita de mi corasón.


                                                                                    Yago Welles, 24/5/2012


A dos metros bajo tierra





El ambiente estaba viciado de humo. A saber cuantos años hacía que nadie usaba aquellos respiraderos, por los que sólo se veían tobillos de transeúntes anónimos. Y la puerta,…..la puerta solo se abría lo justo para que pasaran los pocos admitidos por Joe, el gorila de la puerta, que sólo sabía decir “Ajá” mientras permitía el paso a los que conocía o “Club Privado, No admitido” a los que no.

Por encima del olor de humo sobresalía el de whisky barato, del derramado por la moqueta desgastada que cubría el suelo y del de vasos amontonados en el fregadero tras la pequeña barra, y olor a sudor en las camisas a causa de demasiadas horas de tensión, carta tras carta.

La noche no había sido del todo mala. Si bien es cierto que no encadené buenas manos, pude ir aguantando mi pila de fichas ganando algunos botes pequeños. Así que llegué a la hora caliente con mis posibilidades intactas.

Se acercaba el amanecer, y a esa hora ya los jugadores empezaban a estar cansados… era el momento de las manos rompedoras. Las que se juegan el todo o nada Cuando más repetidas veces se oye “All in”….mientras alguno de los jugadores empuja todas sus fichas al centro de la mesa.

La poca luz que desprendían aquellas herrumbrosas lámparas colgantes se concentraba sobre el tapete de juego. A mis oídos solo llegaban unos pocos sonidos. El crujir de la vieja silla bajo los 140 kilos del Gordo Lou, el martilleante mezclar de fichas de Martin “el Manos”, la música metal rock que se filtraba desde el after del local de al lado y el latir de mi corazón al ver aquellas dos cartas frente a mi……. As, As.

A dos metros bajo tierra, en aquél tugurio de mala muerte iba a jugarme todo mi futuro a aquellas dos cartas. La probabilidad estaba a mi favor, pero aun así, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando dije “Voy con todo” y otros dos jugadores hicieron lo mismo.

Mi vida dependía de aquella mano. Si perdía, no podría hacer frente al pagaré y el Ruso me rompería uno a uno todos los huesos de mi cuerpo hasta que pagase. Si ganaba podría pedirle a Ela que abandonase aquella vida. Decirle que yo la apartaría de aquella gente que sólo veía en ella un culo bonito que palmear mientras le pedían otra copa, o alguien a quien chillar si las cartas no salieron como esperaban.

Si hubiera sido cristiano, budista, mahometano o de cualquier otra creencia religiosa, habría rezado a mi Dios, pero no lo era, así que opté por encomendarme a mi Dios particular. Miré a Ela.

Mi timidez y su miedo a ser abofeteada por Joe si la sorprendía mirando a un cliente más de lo necesario, había impedido que nuestras miradas se cruzasen más que en contadas ocasiones. Pero en aquél instante nuestros ojos estaban entrelazados. No podían dejar de hablarse. Los de Ela deseándome suerte, los míos diciéndole….”Esto lo hago por ti”.

Ela no sabía de mis intenciones en caso de ganar, ni de mi futuro en un hospital o en una morgue en caso de perder, pero aun así deseaba que yo ganara.

Las tres primeras cartas aparecieron en la mesa… Jota, Seis, Diez…..mis probabilidades aumentaban si bien es cierto que una doble pareja podría ganarme. Había que seguir rezando hasta el final…así que volví a mirar a mi Diosa particular mientras esperaba mi destino.

As…..uff, tenía un trío, mis posibilidades aumentaban casi hasta el infinito…en ese momento solo un Dama-Rey que daría escalera podía ser mejor mano que la mía. Mi corazón palpitaba desenfrenado, tanto por la tensión de saber que escondería esa última carta que faltaba por salir como por el hecho de sentir el calor de la mirada de Ela fija en mí.

Cerré los ojos mientras el crupier volteaba la última carta……Rey. Qué peligro!! Como alguno de mis dos contrincantes tuviera una dama, yo habría perdido todo. Los miré para ver su reacción tras aparecer la última carta.

El Gordo Lou cabizbajo parecía pequeño pese a sus casi dos metros de estatura, así que no me preocupó lo que tuviera oculto en su mano, a ese le ganaba.

Giré la vista hacía el único que podría derrotarme y vi el brillo en sus ojos, la sonrisa burlona del que se siente superior porque sabe que me ha ganado, vi a Ela desaparecer de mi futuro, incluso me vi a mi mismo, desapareciendo de mi futuro…

Me vi…..donde van los perdedores, donde aparecen los que no pagan sus deudas, los que no consiguen rescatar a su amor…me vi abandonado a mi suerte, sin salida,... me vi...a dos metros bajo tierra.



Yago Welles. 23/5/2012


No lo hagas





Niño de 3 años se encapricha del perro del vecino, Papa y Mamá compran un perrito de 600 € para Navidades……en Agosto el perro condiciona los planes familiares.
-Manolo, ya te dije que el niño se cansaría en dos días. Devuélvelo a la tienda o regálalo, pero para dos minutos que él juega, yo me paso el día recogiendo pelos,…además, yo no me quedo sin ir de Hotel por su culpa-

Cachorro perdido camina por la carretera cuando ve unas luces a lo lejos…va hacía ellas…sin saber que ellas también van hacia él…pero mucho más rápido…y es lo último que este vería….unas luces que le pasaron por encima.

No lo abandones, él nunca lo haría.

“Manolo, amigo mío, hemos quedado con las hermanas para un fin de semana en la nieve….esquiando en la montaña y seguramente también después en el hotel!!!! Juajuajua.”  “Joder Luis, lo siento pero ya sabes que desde que cerró la fábrica he de moderar los gastos. No puedo permitírmelo.”

Días después…. “Manolo, tu mejor amigo te tiene una sorpresa de las buenas!! Lorena traerá una amiga para ti. Esta noche toca cenita de velas, cine de última fila….y después….tararí. Mis padres están fuera y tengo la casa vacía. “Lo siento Luis, de verdad pero sigo sin encontrar trabajo y cada vez mis fondos están peor. Una pizza en casa no valdría…?”

Meses después… “Oye Luis, aquél no es Manolo” “Ahh..Si pero haz como que no lo has visto….para que nos explique como se duerme en los refugios o a qué sabe la sopa de los comedores de caridad….mejor no hablarle.”

No lo abandones, él nunca lo haría.

“Papá, así no podemos seguir. Carmen se desespera cuando va después que tu al baño y se encuentra todo el inodoro salpicado. Está cansada de limpiarte a mano las camisas que ensucias al comer, por no querer ponerte el babero que te compró. Y encima te pasas el día en el sofá….No te podías ir a un banco de la calle a tomar el aire…o a ver obras como el resto de jubilados….tu no…..tu en casa, en el sofá sin dejarnos tocar el mando de la tele. Lo siento papá pero no quiero discutir más con ella. Te buscaremos un sitio.”

“Señor Morilla. Lamento comunicarle que su padre acaba de fallecer. Como le explicamos por teléfono hace dos días, estaba ya muy mal. Aunque luchó por mantener el aliento hasta que usted llegara, su cuerpo dijo fin. Sus últimas palabras fueron….”Mi hijo vendrá, sé que vendrá.” Las mismas palabras que llevaba repitiendo los últimos meses.

No lo abandones, él nunca lo haría.

Vivimos abandonando cosas, gente, empleos, hogares, estudios. Vivimos tomando decisiones a la ligera. Decisiones de las que solemos arrepentirnos con el tiempo.

 Cuantos operarios de cadena de montaje miran hacia atrás pensando como sería su vida ahora de ser ingeniero. Si hubieran escuchado a mamá y terminado la carrera….

Cuantas modelos se arrepienten de haber dejado aquél amor de juventud, sincero, real, fiel, por las caricias pasajeras de algún hermoso compañero de desfile. Caricias efímeras, caricias que se diluyen en el aire, caricias que no evitan una soledad.

Cuantas veces abandonamos un libro a medias, sin leer el final, porque pesa mucho en el bolso, porque sus tapas son viejas y alguien puede pensar que no tengo para comprarme libros nuevos…o porque nuestra amiga nos dice q la moda es leer este otro….

No abandonemos.
Sin leer el final de un libro nunca sabrás como acaba.


                                                                                                     Yago Welles, 18/5/2012

lunes, 28 de mayo de 2012

Enlaces Programas Radio






Aqui teneis los enlaces a los tres programas emitidos por radio con mis cuentos.

Programa 1 de Cuentos del Abuelo

Programa 2 de Cuentos del Abuelo

Programa 3 de Cuentos del Abuelo


Espero que os gusten.

El Encuentro. 1ª Parte.





El Sol ya era solo un espejismo en el horizonte mientras que la Luna tomaba su luz y la reflectaba en forma de blancura. Por la carretera no se veían luces ni ruidos de motores.

Los únicos sonidos que rompían el silencio provenían de ocultos grillos, de una lejana lechuza despertando de su adormilamiento diurno y de los aplausos y chillidos en los concursos del canal 5 que siempre estaban puestos en la TV de la trastienda de la recepción

El encargado del motel “Love and Go” miró su vieja moto, solitaria en el aparcamiento frente a las cinco únicas habitaciones de su establecimiento. Vacías todas ellas. Otra noche más.

En lo que llevaban de mes, tan solo dos clientes. Hacía unos diez días un viajante de suministros eléctricos se alojó por dos jornadas y  cuatro noches atrás ocuparon una suite, durante apenas cuarenta minutos. El alcalde y la señora Cummings. El cerdo del alcalde, que en muy contadas ocasiones, tenía éxito con alguna casada desatendida o con alguna jovencita que creía sus promesas durante unas horas, hasta que descubrían que además de mentiroso compulsivo, era un tipo maloliente, alcohólico y de mano suelta.

Por eso el alcalde era de ese tipo de amantes que no conseguía que sus acompañantes repitieran voluntariamente así que no era un cliente “asiduo”, es mas, tampoco se le podía considerar cliente porque nunca pagaba las facturas. Si alguien del pueblo tenía a bien presentarle una factura, él se desmarcaba con insinuaciones sobre permisos a punto de caducar o multas que podían ponerse a ciertos vehículos, así que las facturas volvían impagadas a la carpeta de donde habían salido.

Así que solo había algo mas vació que aquellas habitaciones, y era la caja registradora de la recepción.

¿Quién fue el genio que creyó que un motel con habitaciones temáticas tendría algún éxito en aquella carretera perdida de la mano de Dios? Así y todo, a Jack le pareció el sitio perfecto. Además de su poco tráfico de clientes, estaba aproximadamente a medio camino entre sus casas y lo suficientemente alejada para imposibilitar un encuentro casual con algún conocido que les pusiera en un apuro. El día que había ido a inspeccionarlo, se asombró que en aquella carretera de mala muerte hubiera un lugar como aquél, y más aún, que aquél encargado tan desaliñado y desganado mantuviera las habitaciones tan limpias y provistas.

La suite 1 aparecía en el catalogo como “Rome fall” Por mobiliario disponía de una cama con doseles y un diván al lado de una mesa con una fuente rebosante de uvas y dos copas metálicas en forma de cáliz. Unas columnas blancas, un par de ánforas antiguas y el busto de un señor con una corona de laurel llamado Cayo nosequemás eran el resto de ambientación.

La suite 2, “The Jungle” disponía de un mullido jergón en el suelo de lo que quería ser una selva. Unas cuantas plantas colgantes, varias macetas con frondosos ficus y un par de lianas decorativas. A parte de eso, un jacuzzi y una cinta de sonidos salvajes siempre sonando completaban la habitación.

La Suite 3 era “Heat on ice”. La más pequeña de todas, casi ridícula, pero los diseñadores supieron solucionarlo inteligentemente, trasformándola en un interior de iglú. Unos pocos poliexpan con forma de bloques de hielo por las paredes, una piel de oso que costó un riñón y parte del otro, confortables cojines con fundas de piel de foca (sintéticas claro) y una bonita estufa catalítica de hierro forjado en el centro de la estancia que aportaba un agradable calor de leña.

La suite 4 se conocía por el nombre de “Las Vegas dream”. Un rótulo de neón titilante con la leyenda “Cashier” daba la bienvenida. En las paredes posters de Frank Sinatra interpretando My Way, de Dolly Parton insinuando sus enormes y gigantescas……y otro de Siegfried & Roy acompañados de sus inseparables tigres blancos. Por mobiliario una cama King Size de dos por dos metros frente a una pared pintada con el relieve de la ciudad donde se adivinaban los perfiles del Bellagio, del Luxor, del Caesars Palace, del Sahara y demás. Y para completar, la bella gramola que se ocupaba de la ambientación musical.

Y por último la suite 5 “Strawberry cake” Paredes pintadas con diferentes tonos de rosas y fucsias. Piruletas y bastones de caramelo colgando de los marcos de puerta y ventanas. Una enorme cama con forma de fresa rematada en un cabezal que simulaba sus hojas y cubierta por un cubrecama de un intenso terciopelo rojo. Por todos lados cojines  rosas y almohadas con forma de malvaviscos. En el techo, un espejo rodeado de focos de luz que apuntaban directamente hacia el centro de la cama. Y por último, una nevera con puerta de cristal que permitía ver su contenido. Fresas frescas, un par de tubos de nata azucarada y dos botellas de champagne francés.

Nada mas verla, Jack supo que esa debía ser la habitación elegida. Una habitación muy pink, happily pink, como a ella le gustaban las cosas. Le encantaría.

El lugar estaba escogido, los protagonistas también. Sólo faltaba determinar el cuando. Y eso no estaba en las manos de Jack. Él solo podía soñar esperanzado en que fuera prontito, lo mas prontito posible.

Ella se lo había prometido…
…y ella siempre…siempre….cumplía sus promesas.


                                                            Fin de la primera parte.


                                                                                                             Yago Welles, 13/4/2011


El Encuentro. 2ª Parte.





Anoche se obligó a acostarse pese a saber que el nudo en el estómago le imposibilitaría dormirse. La noche trascurrió entre continuos cambios de posición en la cama, visitas a la salita donde apagaba la TV tras unos minutos de desquiciantes cambios de canal y un par de incursiones al interior del frigorífico para comprobar que nada de lo que allí se guardaba solucionaría la sed que esa noche padecía.

Minutos antes de que sonara el despertador, decidió levantarse. Podía decirse que su día “D” comenzaba. Se miró al espejo y se dijo – Chaval, hoy tienes que esmerarte especialmente. Nada puede fallar –

Con la cafetera ya en marcha se duchó con parsimonia, prestando atención a aquellos detalles que no solían tenerla. Usó un cepillito para uñas, se repasó bien detrás de las orejas y entre los dedos de los pies, para acabar con una crema hidratante y un cortaúñas perfeccionador de formas.

Tras eso, se afeitó a conciencia, intentando que ningún corte mancillara un cutis que quería impecable. Un retoque final a las cejas con unas pinzas y estaba listo para el desayuno.

Junto al café se preparó dos tostadas con mantequilla y mermelada, como no, de fresa. Mientras desayunaba, cerró los ojos, e intentó imaginarse cómo sabrían esas panquecas que tantas veces ella le ofreció con picardía y su café. Ese que cada mañana la veía tomar con su taza de loza, entre cigarros y ojeras.

Escoger la ropa no fue tarea sencilla. No acostumbraba a prestar atención a su atuendo y sin la práctica necesaria le envolvían las preguntas. ¿Clásico? ¿formal? ¿moderno? ¿desenfadado? ¿Cómo vestirse para una ocasión así?

Tras muchas dudas decidió no engañarse. Ser el mismo sería lo mejor. Un tejano azul lavado a la piedra no demasiado gastado y un polo naranja de manga larga se completaron con unas zapatillas casuals. Un atuendo cómodo, muy a su estilo, muy él.

Tras el lavado de dientes y perfumado de rigor, se encaminó al garaje. ¿Coche o moto? Llegar en moto le daría un aire más salvaje, más rebelde, incluso más juvenil, mientras que el coche era una opción más seria y sosa.

Así que se enfundó el casco y arrancó en dirección al “Love and Go”. A medio camino, al pasar frente a una floristería cayó en la cuenta que se presentaba con las manos vacías, así que para remediarlo entró en busca de algo bonito que comprarla. Quién lo viera salir de la tienda y subirse a la moto, no sospecharía qué llevaba en aquella bolsa, pero de lo que estaría seguro era de que un ramo no era.

Ya aparcado frente a la suite 5 del “Love and Go” se dirigió a la recepción donde se encontró un cabeceante encargado frente a una TV con el volumen demasiado alto para su gusto. Arreglado el asunto del pago y con unas llaves que le quemaban en la mano se dispuso a entrar a su habitación.

Aun faltaban 25 minutos para la hora H. Tiempo más que suficiente para prepararlo todo como quería. Un vistazo en redondo a la suite para asegurarse que estaba todo donde y como lo recordaba y se dispuso a trabajar.

Empezó levantando el cubrecama de intenso terciopelo rojo y esparció sobre las sábanas lo que había comprado en la floristería y ocultaba en aquella misteriosa bolsa. Cientos de pétalos de rosas cubrieron la cama. Pétalos de rosas rojas en su mayoría, pero también de rosas blancas, amarillas y como no, rosas rosas. Un manto de frescura que ella descubriría nada más retirar el cobertor que Jack puso de nuevo.

En el baño, llenó de agua la bañera redonda y puso en marcha los chorros de hidromasaje trasformándola en un jacuzzi. De su misteriosa bolsa sacó otra de las cosas que había comprado en la floristería. Un  enorme tarro de sales de baño de olores cítricos.
Espolvoreó el agua con una ración abundante y puso la guinda al agua echándole el puñado de pétalos de rosa que aun quedaban en la bolsa. Por el murete de alrededor de la bañera colocó lo último que llevaba en su bolsa. Velas. Muchas velas de diferentes formas, colores, y olores.

Ya solo faltaba ocuparse de la iluminación. Bajó todas las persianas sumiendo la suite en la total oscuridad. Encendió las velas y ajustó el regulador de la pared para conseguir la intensidad luminosa justo como la quería.

Todo estaba preparado. Todo como lo había soñado tantas veces. Todo perfecto, si exceptuamos que Jack tenía el corazón dando brincos, temblores en las manos y piel de gallina por todo el cuerpo.

Apenas faltaban 5 minutos para la hora H cuando se sentó en el borde de la cama sin saber si su corazón aguantaría la espera. Sudores fríos le recorrían y los ojos intranquilos no paraban de viajar de su reloj de muñeca al pomo de la puerta. Aquella espera era una tortura. Los minutos trascurrían a cámara lenta. ¿Sus manecillas no se movían? ¿Estaría parado el reloj? ¿Se había confundido de día? ¿Le daría mal los datos? Nervios que le hacían preguntarse tonterías.

Estaba todo correcto, sólo fallaba algo, y era que ella no aparecía. ¿Se lo habría repensado? ¿Temería a Jack? ¿La habrían descubierto? Preguntas, preguntas, preguntas. Nervios, nervios, nervios. Lo cierto era que ya pasaban ocho minutos de la hora H y sin noticias.

La espera le consumía. Pasaba de la euforia que sentía al oír un motor de coche lejano a la tristeza de pensar que ella no vendría por algún motivo desconocido. ¿Ya no le quería? ¿Había sido todo una burla? Y en esta montaña rusa de emociones se hallaba sumido cuando unos nudillos chocaron contra la puerta de la suite “Strawberry cake”. De un salto, Jack se incorporó. Se acercó a la puerta. Alargó la mano hasta el pomo, y, tras una respiración profunda, abrió la puerta.

Y allí estaba ella. Hermosa, resplandeciente. Con su sempiterna sonrisa embelleciendo su rostro y su precioso pelo cayendo en cascada hasta apoyarse en sus hombros. Con un primaveral vestido beige que estilizaba su figura y una chaqueta roja que realzaba la blancura de su tez, solo alterada por las pequitas que poblaban su rostro y el sonrojo de sus pómulos.

Cuando sus ojos nerviosos se cruzaron, ella dijo: -Hola.

Y jack vio que la tenía allí, por él. En la habitación de la cama de fresa.

Tal como ella se lo había prometido…
…y ella siempre…siempre….cumplía sus promesas.


                                                            Fin de la 2a parte


                                                                      Yago Welles, 15/4/2011


El Encuentro. 3ª Parte







Y jack vio que la tenía allí, por él. En la habitación de la cama de fresa.

Tal como ella se lo había prometido…
…y ella siempre…siempre….cumplía sus promesas.

Jack había ensayado mentalmente aquél momento cientos de veces. Cada una con diferentes tipos de reacciones que podían tener, tanto él como ella. Se había imaginado desde un empujón que daría con los huesos de un indefenso pero expectante Jack contra la cama, hasta otras en que ella lo miraría y, con ademán despectivo, daría media vuelta y se marcharía. Pero de todas las posibles reacciones, no había imaginado la más natural, la que cualquiera, que los hubiera estado observando a través de una imaginaria cámara oculta, esperaría. Ella lo había mirado y saludado. –Hola.-, y él, balbuceante, respondió. -Hola princesa.-

Sin valor para alargar sus manos y tocarse, ambos se quedaron mirándose a los ojos, como esperando una señal divina que abriese la veda. Observándose mutuamente, expectantes, hundidos en un mar de nervios y emociones. Apenas fueron unos instantes pero qué instantes más maravillosos.

Tuvo que ser ella la que rompiera el hielo y atravesará el umbral de la puerta sin esperar más esa invitación que no llegaba. Cerró la puerta tras si y se plantó ante él, con la sempiterna sonrisa que él tanto amaba. Estiró sus brazos hacia arriba, rodeó el cuello de Jack y con toda la naturalidad del mundo, como si lo hubiera hecho un millón de veces, acercó su boca y le beso.

Jack notó un escalofrío que le recorría la espina dorsal y sintió le flaqueaban las piernas. Aquél roce de manos tras su cuello, aquellos labios húmedos y carnosos y sobretodo, aquél aroma tan soñado...  ¿Qué delicia! Todo junto trasportó a Jack a la gloria, al sumun.

Tras el primer segundo de shock, reaccionó y devolvió aquél beso con pasión. Un beso que había comenzado con unos labios apretados y estáticos, pero que se habían quedado enganchados por una fuerza misteriosa y por mucho que los dos movían las cabezas de lado a lado, seguían pegados. Y siguieron unidos, incluso cuando ambos abrieron sus bocas y se tocaron con las lenguas al tiempo que sus manos recorrían sus espaldas.

Fueron tres, cuatro, cinco minutos tal vez, pero minutos maravillosos, completos, totales. El mundo dejó de existir a su alrededor. Solo estaban ellos dos. Ella y él, juntos por fin sin RL-alidad que los distanciara.

Tubo que ser ella, otra vez, la que tomara la iniciativa y empezara a tirar del polo de Jack hacia arriba. Anhelaba verlo desnudo, sentirlo dentro de ella. Y aquél gesto de ella destapó la caja de los truenos. Las manos de los dos empezaron a desabrochar cinturones y botones, a lanzar ropa y complementos por los aires.

Esas prendas que con tanto esmero habían escogido para la ocasión, ya no importaban. Se desnudaron a una velocidad que hubiera batido record si la torpeza de Jack desabrochando sujetadores no lo hubiera estropeado.

Ya desnudos los dos, el beso eterno finalizó. Se separaron lo justo para mirarse aquellas partes que aun no conocían del otro. El bajó su mirada desde unos ojos resplandecientes a una deseable boca entreabierta, a un cuello terso y suave y siguió descendiendo por su salpicado de pecas esternón hasta fijarla en los bonitos pechos de ella, rematados en unos excitados pezones que apuntaban hacia él y acompañados por el piercing del que le había hablado.

Ella también bajo su mirada. De los ojos timoratos a la boca carnosa y ardiente, después a un pecho poblado de vello que bajaba, como un reguero de hormigas, por su vientre y ombligo hasta unirse con el vello púbico, donde nacía su pene. Un pene en estado de absoluta erección, enorme, palpitante. Un pene que, nada más verlo, ella deseo sentir en su boca, por lo que, arrodillándose frete a él y tomándolo entre sus manos, beso.

Jack se creía morir, si ella continuaba con eso, no duraría ni 10 segundos más. Debía pararla, pero si a duras penas podía mantenerse de pie, mucho menos luchar contra ella. Cuando ella le empujó  para que se sentase en la cama, aprovechó para liberarse. Ella le miró atónita con un -¿A dónde vas?- en la mirada.

Jack la sonrió cariñosamente y la cogió de la mano para acompañarla al baño donde el jacuzzi los esperaba. Se metieron en el agua caliente con olor a cítricos y rosas y sentándose, Jack la abrazó por detrás al tiempo que apoyaba su cabeza en el cuello de ella.

El sueño de sentir la espalda de ella contra su pecho se estaba cumpliendo. Tras coger espuma de la superficie del agua empezó a enjabonarle la espalda, los hombros, el vientre al tiempo que la besaba en la nuca y tras las orejas. Notando como ella se estremecía a cada contacto, se envalentono, y hundiendo las manos bajo el agua, buscó sus pechos tomándolos entres sus manos. Los estrujó al tiempo que ella giraba su cabeza buscando la boca de Jack para que, otra vez, sus lenguas se encontrasen.

Ella, manteniéndose enganchada a Jack por la boca, buscó su miembro con las manos. Encontrándolo, tieso, caliente, rígido, y tembloroso ante los dedos que lo apresaban. A su vez, él bajo sus caricias por su vientre hasta asirla por los muslos y alzarla lo justo para que su pene quedara bajo ella y, con sumo cuidado, la dejó caer para facilitar a su falo el abrirse camino en el interior de ella.

Ella, sintiéndose llena, comenzó un baile adelante y atrás mientras gemía y apretaba sus dientes. Jack, cerró sus ojos y se abandonó al placer. Entraba y salía de ella con armoniosos movimientos mientras sus manos la apretaban contra su cuerpo. Los gemidos se sustituyeron por jadeos, y estos por pequeños chillidos de placer.

Cada vez se movían más y más rápido, más y más acompasados en una coreografía que anunciaba la llegada del éxtasis. Empezaron a desbocarse y a saltar y a besarse en todos los lugares a que llegaban, y a excitarse aun más con caricias de todo tipo. A ella, los ojos se le salían de las orbitas cada vez que notaba el miembro llegando al fondo de su conducto.

A él, se le saltaban cuando notaba como ella se lo apretaba con sus músculos vaginales, intentando exprimirlo. Y tras unos momentos de delirio, lo consiguió. Entre espasmos simultáneos, contracciones musculares y ojos que se cerraban con fuerza para que nada les distrayese de su orgasmo.

Ese orgasmo que culminaba un camino, una historia, un amor.

Y así fue como acabaron a la vez, entre burbujas y pétalos de rosa flotando.  Ambos se quedaron quietos, abrazados, jadeantes, satisfechos, y si cabe aun más, enamorados.

Allí, en aquél motelucho de mala muerte en aquella carretera de mala muerte. Algo no murió, algo nació. Tras aquél encuentro ya nada volvió a ser lo mismo. Se conocieron, se sintieron y se gozaron. Las palabras no serían nunca más huecas, ya no habría que soñar, sino que recordar. La imaginación se trasformó en realidad, su realidad.



                                                                                                           Yago Welles, 17/4/2011

Límites. Barreras...





A veces la causa es una ideología, otras una religión. A veces es el prejuicio contra un color o una raza. Una promesa o firma en papel. A veces la vergüenza. O el miedo. O el subir al siguiente autobús. A veces no reír un chiste o reír un complejo. Una discusión o malentendido. Una pantalla de cristal al final de un cable.

A veces son de piedra, granito, hormigón, otras de tela, cartón o cristal. A veces se ven enormes y otras no sé sabe ni donde están.

Son muros, paredes, o simples cortinas. Límites. Barreras al fin y al cabo.

Barreras que intentan interponerse entre dos que casi se tocan, que tratan de impedir el avance, separar caminos. Pero que son sólo eso, barreras. Molestas, si, pero sólo barreras.

Se pueden levantar, romper, saltar. Ignorarlas al fin y al cabo.

Sólo hay que querer. Juntos. Querer.


                                                                                          Yago Welles, 5/10/2007



Amanecer en el lago




…y amaneció, llenándolo todo de su luz, de su verdad.

Atrás quedaron los sonidos de la oscuridad. El ulular de una lechuza hambrienta, el rumor del agua al abandonar la corriente del río y fundirse en la quietud del lago, el chasquido de una rama seca al caer, el canto de los grillos cortejando a sus hembras.

Atrás quedaron los miedos de la oscuridad. Los lamentos que no eran más que viento, las sombras fantasmagóricas causadas por el inofensivo reflejo lunar, los aullidos lejanos de un perro imaginado como un sanguinario lobo.

Como la calma que sigue a la tempestad, como la reconciliación tras la discusión, como la disculpa sincera que merece el daño injustificado, la noche se fue…

…y amaneció, llenándolo todo de su luz, de su verdad.



                                                                                                        Yago Welles, 19/9/2007


Shhhhhhhh...........




Y él se la acercó.

Y con suavidad posó su dedo en los carnosos labios de ella. No sabía de donde sacó fuerzas para tal osadía. Tan solo sabía que necesitaba tocarla y sentir que era real. Y qué mejor lugar para tocarla que aquellos labios por los que fluían las palabras que lo enamoraban. Aquellos labios que le besaban en sus sueños, que imaginaba cálidos, húmedos, sabrosos….

Y ella se estremeció.

Aquél desconocido había invadido su espacio vital. Se había acercado tanto que podía respirar de su piel. Aquél desconocido que la intrigaba, que la atraía como un imán provocando un cúmulo de interrogantes. ¿Qué tiene? ¿De donde ha salido? ¿Por qué me interesa lo que dice, lo que piensa, lo que sabe? ….¿Quién es?

Y él le susurró - Shhhhh……….no digas nada……..sólo siente.

No quería que una palabra rompiera la magia del momento, que posibilitase que ella se apartase,  o que lo rechazase, o que se riese de él. Sólo deseaba que se parase el mundo a su alrededor, que nada ni nadie mas existiera. Poder concentrar cada átomo de su ser en disfrutar de aquél instante tan frágil.

Y ella calló.

Y concentró todos sus esfuerzos en obedecer a aquél susurro y al dedo que la inmovilizaba. Un susurro que atravesó el silencio y llegó hasta lo más hondo de su corazón Un dedo cuyo contacto fue como una descarga eléctrica. Un simple roce, pero que le erizó la piel, que llenó sus ojos de brillo, que la invadió de calor, de bienestar.

Un dedo amigo, confortable y confiable. Un dedo que conocía desde siempre pero que nunca creyó que existiera. Un dedo que despertó algo en ella…algo que no sabía que pudiera sentir…algo mágico….profundo……algo real. Una sensación, un anhelo, un placer, ……una necesidad.

Y los dos callaron.
Y los dos sintieron.
Y los dos se miraron.
Y los dos sonrieron.

.........y los dos……............se enamoraron.



                                                                                                              Yago Welles, 10/4/2011