martes, 5 de junio de 2012

Kevin





“Estoy deprimido, sin teléfono, sin dinero... atrapado por imágenes de asesinatos y cadáveres, furia y dolor, niños heridos o muriéndose de hambre, hombres que aprietan el gatillo con alegría, policías y ejecutores... Voy a reunirme con Ken, si tengo suerte”.

Así rezaba parte de la nota de suicidio de Kevin Carter, premio Pullitzer de 1994 por una fotografía en que se veía un primer plano de un niño desnutrido recostado sobre el suelo y un buitre parado tras de si.

Lo primero que pensamos al ver esa fotografía es que el buitre observaba al niño esperando a que este falleciera por su evidente hambruna. Que pretendía hacer un banquete de la poca carne que cubría aquellos reblandecidos huesos. Y que probablemente, ya lo habría hecho en muchas otras ocasiones anteriores.

Seguramente esa fuera la razón del editor del New York Times para elegir aquella foto como portada y no cualquiera otra de las que se mostraban ante él, aquella madrugada de Marzo del 93.

Nada más publicarse, el nombre de Kevin estuvo en boca de todos. Empezaron a hacerle entrevistas, preguntas, la gente se interesó por la criatura, en porque él no espantó al buitre y auxilió al niño en vez de dedicarse a tomar instantáneas, en como podía mirarse al espejo por las mañanas, en cómo un corazón puede ser tan frío...y él? Él solo podía contar que no sabía como terminó aquél niño, que tubo que tomar el avión y volar lejos de allí.

Sólo los de su gremio entendieron que el trabajo de un fotógrafo es retratar la realidad y hacerla llegar a los que desde sus sillones, señalan a los demás sin siquiera molestarse en alzar el dedo índice para hacerlo.

El resto de la sociedad, la opinión pública, se volcó encima de Kevin. Insensible era el menor de los calificativos que recibió. Incluso su familia le recriminó aquella actitud tan, tan…morbosa quizás? Poco humana, dirían unos, profesional otros. Se sentía atacado por todos lados y su refugió fué alcohol.

Meses después de su publicación, cuando ya la vida de Kevin estaba destrozada por aquellas críticas, la foto se erigió en vencedora del prestigioso Premio Pullitzer con lo cual volvió a poner a Kevin en el disparadero

Aquella foto pasó a representar la problemática de África. El niño representaba el hambre, la pobreza, la enfermedad y la muerte que sufría la población. El buitre era el capitalismo que se beneficiaría de aquella agonía, que esperaba paciente para sacar provecho, sacar su tajada. ¿Y el fotógrafo qué representaba?…..Kevin pasó a ser la indiferencia de la sociedad al ver aquellos atropellos, aquellas injusticias.

Kevin no ganó un premio, lo sufrió. Para agravar su pena, pocos días después, un amigo suyo murió tiroteado mientras cubría unos altercados en Johannesburgo. Ya no pudo soportar tanto dolor y tomó la decisión cobarde.

Un vehículo con ventanillas subidas pese a los 40 grados a la sombra que marcaban los termómetros. Una manguera de goma con un extremo en el tubo de escape y expulsando monóxido de carbono hacia el interior del vehículo por el otro. Un motor encendido. Unos ojos que se cierran para siempre.

¿Pero cual es la verdad de aquella historia, de aquel niño?

Lo cierto es que el niño no murió hasta años después, que el buitre no estaba allí esperando que muriera nadie, ni que el fotógrafo tomó aquella imagen buscando el morbo del que le acusaban.

Kevin llegó a Sudán en avión acompañando una misión de reparto de alimentos. Les dijeron que sólo disponían de unos minutos para ver los alrededores mientras se distribuían las viandas entre los nativos. Lo justo para que Kevin diera un paseo por las afueras del campamento y viera la imagen que plasmó sin ser consciente de su futura repercusión.

El lugar de la foto era en realidad el estercolero donde iban los nativos a hacer sus necesidades y se lanzaban las basuras del campamento.

¿El niño? Él no estaba moribundo. Ya había comenzado a recuperarse de su enfermedad en ese campamento de la ONU.  Tan solo estaba defecando. Y si apoyaba la cabeza en el suelo era porque la hambruna les tiene tan débiles que hasta aguantar la cabeza erguida es un sobreesfuerzo.

¿Entonces porque estaba allí, solo? Los padres no estaban allí, porque al llegar el avión de reparto, estaban recogiendo sus raciones.

¿Y el buitre? El buitre, sólo esperaba a que el niño se fuera para ver si había dejado algún resto comestible.

¿Y Kevin?, Kevin hizo la foto y tomó el avión sin saber más. Un avión que por muy lejos que volara ya nunca conseguiría separar su vida de aquel lugar, de aquel instante, de aquél niño.

¿Y la foto? La foto recorrió miles de kilómetros, se publicó en el mejor periódico, ganó el premio más prestigioso y aun hoy, 20 años después, se recuerda. Pero sólo fue una foto hasta que años después alguien se preocupó de indagar la verdad sobre ella y sobre su funesto autor.

De esta historia se pueden sacar multitud de moralejas.

Que un premio no es necesariamente bueno para el que lo recibe o que la misma acción puede ser premiada y vilipendiada según quien la juzgue, o que el mayor éxito de tu vida puede ser tu mayor fracaso, o que no sabes nada si no lo sabes todo, pero yo me quedaría con…

No juzgues sin saber lo que hay detrás o serás injusto…y tus injusticias pueden llevar al juzgado a tomar decisiones que no querrías ni imaginar.

Yago Welles, 29/05/2012

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