martes, 5 de junio de 2012

A dos metros bajo tierra





El ambiente estaba viciado de humo. A saber cuantos años hacía que nadie usaba aquellos respiraderos, por los que sólo se veían tobillos de transeúntes anónimos. Y la puerta,…..la puerta solo se abría lo justo para que pasaran los pocos admitidos por Joe, el gorila de la puerta, que sólo sabía decir “Ajá” mientras permitía el paso a los que conocía o “Club Privado, No admitido” a los que no.

Por encima del olor de humo sobresalía el de whisky barato, del derramado por la moqueta desgastada que cubría el suelo y del de vasos amontonados en el fregadero tras la pequeña barra, y olor a sudor en las camisas a causa de demasiadas horas de tensión, carta tras carta.

La noche no había sido del todo mala. Si bien es cierto que no encadené buenas manos, pude ir aguantando mi pila de fichas ganando algunos botes pequeños. Así que llegué a la hora caliente con mis posibilidades intactas.

Se acercaba el amanecer, y a esa hora ya los jugadores empezaban a estar cansados… era el momento de las manos rompedoras. Las que se juegan el todo o nada Cuando más repetidas veces se oye “All in”….mientras alguno de los jugadores empuja todas sus fichas al centro de la mesa.

La poca luz que desprendían aquellas herrumbrosas lámparas colgantes se concentraba sobre el tapete de juego. A mis oídos solo llegaban unos pocos sonidos. El crujir de la vieja silla bajo los 140 kilos del Gordo Lou, el martilleante mezclar de fichas de Martin “el Manos”, la música metal rock que se filtraba desde el after del local de al lado y el latir de mi corazón al ver aquellas dos cartas frente a mi……. As, As.

A dos metros bajo tierra, en aquél tugurio de mala muerte iba a jugarme todo mi futuro a aquellas dos cartas. La probabilidad estaba a mi favor, pero aun así, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando dije “Voy con todo” y otros dos jugadores hicieron lo mismo.

Mi vida dependía de aquella mano. Si perdía, no podría hacer frente al pagaré y el Ruso me rompería uno a uno todos los huesos de mi cuerpo hasta que pagase. Si ganaba podría pedirle a Ela que abandonase aquella vida. Decirle que yo la apartaría de aquella gente que sólo veía en ella un culo bonito que palmear mientras le pedían otra copa, o alguien a quien chillar si las cartas no salieron como esperaban.

Si hubiera sido cristiano, budista, mahometano o de cualquier otra creencia religiosa, habría rezado a mi Dios, pero no lo era, así que opté por encomendarme a mi Dios particular. Miré a Ela.

Mi timidez y su miedo a ser abofeteada por Joe si la sorprendía mirando a un cliente más de lo necesario, había impedido que nuestras miradas se cruzasen más que en contadas ocasiones. Pero en aquél instante nuestros ojos estaban entrelazados. No podían dejar de hablarse. Los de Ela deseándome suerte, los míos diciéndole….”Esto lo hago por ti”.

Ela no sabía de mis intenciones en caso de ganar, ni de mi futuro en un hospital o en una morgue en caso de perder, pero aun así deseaba que yo ganara.

Las tres primeras cartas aparecieron en la mesa… Jota, Seis, Diez…..mis probabilidades aumentaban si bien es cierto que una doble pareja podría ganarme. Había que seguir rezando hasta el final…así que volví a mirar a mi Diosa particular mientras esperaba mi destino.

As…..uff, tenía un trío, mis posibilidades aumentaban casi hasta el infinito…en ese momento solo un Dama-Rey que daría escalera podía ser mejor mano que la mía. Mi corazón palpitaba desenfrenado, tanto por la tensión de saber que escondería esa última carta que faltaba por salir como por el hecho de sentir el calor de la mirada de Ela fija en mí.

Cerré los ojos mientras el crupier volteaba la última carta……Rey. Qué peligro!! Como alguno de mis dos contrincantes tuviera una dama, yo habría perdido todo. Los miré para ver su reacción tras aparecer la última carta.

El Gordo Lou cabizbajo parecía pequeño pese a sus casi dos metros de estatura, así que no me preocupó lo que tuviera oculto en su mano, a ese le ganaba.

Giré la vista hacía el único que podría derrotarme y vi el brillo en sus ojos, la sonrisa burlona del que se siente superior porque sabe que me ha ganado, vi a Ela desaparecer de mi futuro, incluso me vi a mi mismo, desapareciendo de mi futuro…

Me vi…..donde van los perdedores, donde aparecen los que no pagan sus deudas, los que no consiguen rescatar a su amor…me vi abandonado a mi suerte, sin salida,... me vi...a dos metros bajo tierra.



Yago Welles. 23/5/2012


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