martes, 5 de junio de 2012

Mi vicio eres tu





Aun recuerdo aquella primera vez que te vi. Era un domingo por la mañana. Pocos transeúntes por las calles. Algún ancianito en busca de su periódico imprescindible de leer mientras desayuna, un par de somnolientos dueños de perros malcriados que no podían esperar más para exigir su paseo matutino y algún adolescente de vuelta a casa tras una noche de botellón en cualquier plaza cercana a su colegio.

Yo había entrado al supermercado a comprar algo….no se, no recuerdo, quizás leche para el café o pastas para acompañar, ¿que mas da? Lo cierto es que fue verte y olvidarme de motivos, de razones. Mis compras dejaron de ser necesarias. En aquél instante sentí solo una necesidad. Tú lo eras. Mi única necesidad.

Con pasos vacilantes empecé a caminar en tu dirección. Directa a ti. Paso a paso. Un escalofrió recorrió mi espina dorsal mientras me acercaba más y más. Mirándote,…mas bien comiéndote con los ojos

De repente, una joven se cruzó en mi camino. Parecía ir a tu encuentro. Oh nooo. Por unos segundos pensé que ahí acabaría mi sueño contigo, pero no, la chica pasó de largo y se perdió de mi vista adentrándose en el pasillo de charcutería. Seguías solo, y sin mujeres cerca. Eso me envalentonó.

Con esa caída de ojos que pongo para hacer notar que algo o alguien me interesan de verdad, me paré a tu lado. No hizo falta hablar. Mi deseo era patente. Estiré mi mano hacia ti. Quería hacerte mío, ya, y tú, ....tú estabas dispuesto a dejarte.

Caminamos en silencio los pocos metros que separaban el supermercado de mi apartamento. En ese breve trayecto, de sonrisas nerviosas y miradas de reojo, solo podía pensar en el momento de ofrecerte mis labios. Ideando mil estrategias sobre cómo llegarte al corazón.

Ya en casa te quedaste en la salita mientras yo…mmm, digamos que me ponía cómoda.
Escogí mi camisón talismán. El que me aseguraba éxito cuando llevaba a un hombre a casa. De satén negro y con remates en blonda, se adaptaba a mi cuerpo realzando mis curvas. Curvas que hay que decir que no estaban nada mal pese a mis 38 años ya cumplidos. Horas de natación y bicicleta en el gimnasio me mantenían más que deseable.

Fui a tu encuentro. Aun seguías en la salita esperándome. Me apoyé el marco de la puerta con pose seductora… mientras me mojaba los labios con la lengua sin perderte de vista. Mmm, con esa artimaña consigo que hasta el hombre más difícil se derrita y tu no ibas a ser menos. Así que sin más preámbulos entré en la habitación.

Una vez frente a ti, me convertí en la loba en celo que llevo dentro. Te arranqué las vestiduras y antes de que reaccionaras, yo ya estaba con la boca entreabierta, deseando comerte, beberte, pero antes que nada…chuparte. Así que no lo dude más, me arrodillé y abriendo más mi boca, te saboreé.

Al principio te sentí incómodo, ¿quizás nervioso? con frialdad diría yo, pero enseguida te relajaste y te dejaste hacer mientras yo seguía lamiéndote con una sonrisa picarona dibujada en mi rostro. Yo era puro fuego y en aquél grado de excitación podía derretir hasta el iceberg que hundió al titanic, así que no tenias escapatoria. De nada te valdría pelear o intentar negar lo evidente. Te relajaste y te abandonaste a la calidez de mis labios.

Te  sujete con firmeza y de un movimiento decidido de mi mano, tu piel se deslizó hacia abajo por el tronco, mostrando su interior rosado. Cerré mis ojos y te hundí dentro de mi boca, tanto que casi me ahogo.

Seguí trabajándote con la lengua. Te succionaba, te lamía, te degustaba entre gemidos de placer.

Mmm, como me gusta.
¡¡Qué bien sabes!!

No sé que pensarías de mí, pero yo necesitaba aquello. Quería que acabases en mi boca, que me llenases toda. Tragarme hasta la última gota de tu ser. -Dame tu jugo, quiero exprimirte yaaaaa- Y no me defraudaste. Tu final colmó todos mis deseos.

Unos segundos después allí estábamos. Los dos tumbados en la alfombra, agotados. Tu vacío, fláccido, sin fuerzas para nada. Yo exhausta pero con la satisfacción del trabajo bien hecho. Aún relamiendo las gotas que me habían salpicado en la mano o los brazos. Mirando a mí alrededor desubicada, como si hubiera vivido un sueño. ¿Qué día era? ¿Qué había ido a comprar al supermercado? 

Nunca olvidaré aquél, nuestro primer encuentro. El primero de muchos. Porque pasaste de ser un desconocido a ser parte de mi ser. Desde entonces, no hay noche en que no vaya a buscarte con ganas de volver a sentirte dentro de mí. Si si, tooodas las noches, incluso algunas repetimos…jijijiji.

Así eres tú. El que nunca me falla, el que siempre me espera. Eres tú. Llueva o nieve, haga viento o truene. Siempre dispuesto a satisfacerme. Mi fiel fuente de placer.

Te llames como te llames, flash, polin, helado de agua, da lo mismo, siempre estás en mi congelador……dispuesto a que te coma.

Mi vicio eres tú.


Yago Welles, 31/5/2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario