Y
él se la acercó.
Y
con suavidad posó su dedo en los carnosos labios de ella. No sabía de donde
sacó fuerzas para tal osadía. Tan solo sabía que necesitaba tocarla y sentir
que era real. Y qué mejor lugar para tocarla que aquellos labios por los que
fluían las palabras que lo enamoraban. Aquellos labios que le besaban en sus
sueños, que imaginaba cálidos, húmedos, sabrosos….
Y
ella se estremeció.
Aquél
desconocido había invadido su espacio vital. Se había acercado tanto que podía
respirar de su piel. Aquél desconocido que la intrigaba, que la atraía como un
imán provocando un cúmulo de interrogantes. ¿Qué tiene? ¿De donde ha salido?
¿Por qué me interesa lo que dice, lo que piensa, lo que sabe? ….¿Quién es?
Y
él le susurró - Shhhhh……….no digas nada……..sólo siente.
No
quería que una palabra rompiera la magia del momento, que posibilitase que ella
se apartase, o que lo rechazase, o que
se riese de él. Sólo deseaba que se parase el mundo a su alrededor, que nada ni
nadie mas existiera. Poder concentrar cada átomo de su ser en disfrutar de
aquél instante tan frágil.
Y
ella calló.
Y
concentró todos sus esfuerzos en obedecer a aquél susurro y al dedo que la
inmovilizaba. Un susurro que atravesó el silencio y llegó hasta lo más hondo de
su corazón Un dedo cuyo contacto fue como una descarga eléctrica. Un simple
roce, pero que le erizó la piel, que llenó sus ojos de brillo, que la invadió
de calor, de bienestar.
Un
dedo amigo, confortable y confiable. Un dedo que conocía desde siempre pero que
nunca creyó que existiera. Un dedo que despertó algo en ella…algo que no sabía
que pudiera sentir…algo mágico….profundo……algo real. Una sensación, un anhelo,
un placer, ……una necesidad.
Y
los dos callaron.
Y
los dos sintieron.
Y
los dos se miraron.
Y
los dos sonrieron.
.........y
los dos……............se enamoraron.
Yago
Welles, 10/4/2011
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