El Sol ya era solo un espejismo en el horizonte
mientras que la Luna tomaba su luz y la reflectaba en forma de blancura. Por la
carretera no se veían luces ni ruidos de motores.
Los únicos sonidos que rompían el silencio
provenían de ocultos grillos, de una lejana lechuza despertando de su
adormilamiento diurno y de los aplausos y chillidos en los concursos del canal
5 que siempre estaban puestos en la TV de la trastienda de la recepción
El encargado del motel “Love and Go” miró su vieja
moto, solitaria en el aparcamiento frente a las cinco únicas habitaciones de su
establecimiento. Vacías todas ellas. Otra noche más.
En lo que llevaban de mes, tan solo dos clientes.
Hacía unos diez días un viajante de suministros eléctricos se alojó por dos
jornadas y cuatro noches atrás ocuparon
una suite, durante apenas cuarenta minutos. El alcalde y la señora Cummings. El
cerdo del alcalde, que en muy contadas ocasiones, tenía éxito con alguna casada
desatendida o con alguna jovencita que creía sus promesas durante unas horas,
hasta que descubrían que además de mentiroso compulsivo, era un tipo
maloliente, alcohólico y de mano suelta.
Por eso el alcalde era de ese tipo de amantes que
no conseguía que sus acompañantes repitieran voluntariamente así que no era un
cliente “asiduo”, es mas, tampoco se le podía considerar cliente porque nunca
pagaba las facturas. Si alguien del pueblo tenía a bien presentarle una factura,
él se desmarcaba con insinuaciones sobre permisos a punto de caducar o multas
que podían ponerse a ciertos vehículos, así que las facturas volvían impagadas
a la carpeta de donde habían salido.
Así que solo había algo mas vació que aquellas
habitaciones, y era la caja registradora de la recepción.
¿Quién fue el genio que creyó que un motel con
habitaciones temáticas tendría algún éxito en aquella carretera perdida de la
mano de Dios? Así y todo, a Jack le pareció el sitio perfecto. Además de su
poco tráfico de clientes, estaba aproximadamente a medio camino entre sus casas
y lo suficientemente alejada para imposibilitar un encuentro casual con algún
conocido que les pusiera en un apuro. El día que había ido a inspeccionarlo, se
asombró que en aquella carretera de mala muerte hubiera un lugar como aquél, y
más aún, que aquél encargado tan desaliñado y desganado mantuviera las
habitaciones tan limpias y provistas.
La suite 1 aparecía en el catalogo como “Rome
fall” Por mobiliario disponía de una cama con doseles y un diván al lado de una
mesa con una fuente rebosante de uvas y dos copas metálicas en forma de cáliz.
Unas columnas blancas, un par de ánforas antiguas y el busto de un señor con
una corona de laurel llamado Cayo nosequemás eran el resto de ambientación.
La suite 2, “The Jungle” disponía de un mullido
jergón en el suelo de lo que quería ser una selva. Unas cuantas plantas
colgantes, varias macetas con frondosos ficus y un par de lianas decorativas. A
parte de eso, un jacuzzi y una cinta de sonidos salvajes siempre sonando
completaban la habitación.
La Suite 3 era “Heat on ice”. La más pequeña de
todas, casi ridícula, pero los diseñadores supieron solucionarlo
inteligentemente, trasformándola en un interior de iglú. Unos pocos poliexpan
con forma de bloques de hielo por las paredes, una piel de oso que costó un
riñón y parte del otro, confortables cojines con fundas de piel de foca
(sintéticas claro) y una bonita estufa catalítica de hierro forjado en el
centro de la estancia que aportaba un agradable calor de leña.
La suite 4 se conocía por el nombre de “Las Vegas
dream”. Un rótulo de neón titilante con la leyenda “Cashier” daba la
bienvenida. En las paredes posters de Frank Sinatra interpretando My Way, de
Dolly Parton insinuando sus enormes y gigantescas……y otro de Siegfried &
Roy acompañados de sus inseparables tigres blancos. Por mobiliario una cama
King Size de dos por dos metros frente a una pared pintada con el relieve de la
ciudad donde se adivinaban los perfiles del Bellagio, del Luxor, del Caesars
Palace, del Sahara y demás. Y para completar, la bella gramola que se ocupaba
de la ambientación musical.
Y por último la suite 5 “Strawberry cake” Paredes
pintadas con diferentes tonos de rosas y fucsias. Piruletas y bastones de
caramelo colgando de los marcos de puerta y ventanas. Una enorme cama con forma
de fresa rematada en un cabezal que simulaba sus hojas y cubierta por un
cubrecama de un intenso terciopelo rojo. Por todos lados cojines rosas y almohadas con forma de malvaviscos. En
el techo, un espejo rodeado de focos de luz que apuntaban directamente hacia el
centro de la cama. Y por último, una nevera con puerta de cristal que permitía
ver su contenido. Fresas frescas, un par de tubos de nata azucarada y dos
botellas de champagne francés.
Nada mas verla, Jack supo que esa debía ser la
habitación elegida. Una habitación muy pink, happily pink, como a ella le
gustaban las cosas. Le encantaría.
El
lugar estaba escogido, los protagonistas también. Sólo faltaba determinar el
cuando. Y eso no estaba en las manos de Jack. Él solo podía soñar esperanzado
en que fuera prontito, lo mas prontito posible.
Ella
se lo había prometido…
…y
ella siempre…siempre….cumplía sus promesas.
Fin
de la primera parte.
Yago
Welles, 13/4/2011
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