Aun recuerdo
aquella primera vez que te vi. Era un domingo por la mañana. Pocos transeúntes
por las calles. Algún ancianito en busca de su periódico imprescindible de leer
mientras desayuna, un par de somnolientos dueños de perros malcriados que no
podían esperar más para exigir su paseo matutino y algún adolescente de vuelta
a casa tras una noche de botellón en cualquier plaza cercana a su colegio.
Yo había entrado
al supermercado a comprar algo….no se, no recuerdo, quizás leche para el café o
pastas para acompañar, ¿que mas da? Lo cierto es que fue verte y olvidarme de
motivos, de razones. Mis compras dejaron de ser necesarias. En aquél instante
sentí solo una necesidad. Tú lo eras. Mi única necesidad.
Con pasos
vacilantes empecé a caminar en tu dirección. Directa a ti. Paso a paso. Un
escalofrió recorrió mi espina dorsal mientras me acercaba más y más.
Mirándote,…mas bien comiéndote con los ojos
De repente, una
joven se cruzó en mi camino. Parecía ir a tu encuentro. Oh nooo. Por unos
segundos pensé que ahí acabaría mi sueño contigo, pero no, la chica pasó de
largo y se perdió de mi vista adentrándose en el pasillo de charcutería.
Seguías solo, y sin mujeres cerca. Eso me envalentonó.
Con esa caída de
ojos que pongo para hacer notar que algo o alguien me interesan de verdad, me
paré a tu lado. No hizo falta hablar. Mi deseo era patente. Estiré mi mano
hacia ti. Quería hacerte mío, ya, y tú, ....tú estabas dispuesto a dejarte.
Caminamos en
silencio los pocos metros que separaban el supermercado de mi apartamento. En
ese breve trayecto, de sonrisas nerviosas y miradas de reojo, solo podía pensar
en el momento de ofrecerte mis labios. Ideando mil estrategias sobre cómo
llegarte al corazón.
Ya en casa te
quedaste en la salita mientras yo…mmm, digamos que me ponía cómoda.
Escogí mi camisón
talismán. El que me aseguraba éxito cuando llevaba a un hombre a casa. De satén
negro y con remates en blonda, se adaptaba a mi cuerpo realzando mis curvas.
Curvas que hay que decir que no estaban nada mal pese a mis 38 años ya
cumplidos. Horas de natación y bicicleta en el gimnasio me mantenían más que
deseable.
Fui a tu
encuentro. Aun seguías en la salita esperándome. Me apoyé el marco de la puerta
con pose seductora… mientras me mojaba los labios con la lengua sin perderte de
vista. Mmm, con esa artimaña consigo que hasta el hombre más difícil se derrita
y tu no ibas a ser menos. Así que sin más preámbulos entré en la habitación.
Una vez frente a
ti, me convertí en la loba en celo que llevo dentro. Te arranqué las vestiduras
y antes de que reaccionaras, yo ya estaba con la boca entreabierta, deseando
comerte, beberte, pero antes que nada…chuparte. Así que no lo dude más, me
arrodillé y abriendo más mi boca, te saboreé.
Al principio te
sentí incómodo, ¿quizás nervioso? con frialdad diría yo, pero enseguida te relajaste
y te dejaste hacer mientras yo seguía lamiéndote con una sonrisa picarona
dibujada en mi rostro. Yo era puro fuego y en aquél grado de excitación podía
derretir hasta el iceberg que hundió al titanic, así que no tenias escapatoria.
De nada te valdría pelear o intentar negar lo evidente. Te relajaste y te
abandonaste a la calidez de mis labios.
Te sujete con firmeza y de un movimiento
decidido de mi mano, tu piel se deslizó hacia abajo por el tronco, mostrando su
interior rosado. Cerré mis ojos y te hundí dentro de mi boca, tanto que casi me
ahogo.
Seguí trabajándote
con la lengua. Te succionaba, te lamía, te degustaba entre gemidos de placer.
Mmm, como me
gusta.
¡¡Qué bien sabes!!
No sé que
pensarías de mí, pero yo necesitaba aquello. Quería que acabases en mi boca,
que me llenases toda. Tragarme hasta la última gota de tu ser. -Dame tu jugo,
quiero exprimirte yaaaaa- Y no me defraudaste. Tu final colmó todos mis deseos.
Unos segundos
después allí estábamos. Los dos tumbados en la alfombra, agotados. Tu vacío,
fláccido, sin fuerzas para nada. Yo exhausta pero con la satisfacción del
trabajo bien hecho. Aún relamiendo las gotas que me habían salpicado en la mano
o los brazos. Mirando a mí alrededor desubicada, como si hubiera vivido un
sueño. ¿Qué día era? ¿Qué había ido a comprar al supermercado?
Nunca olvidaré
aquél, nuestro primer encuentro. El primero de muchos. Porque pasaste de ser un
desconocido a ser parte de mi ser. Desde entonces, no hay noche en que no vaya
a buscarte con ganas de volver a sentirte dentro de mí. Si si, tooodas las
noches, incluso algunas repetimos…jijijiji.
Así eres tú. El
que nunca me falla, el que siempre me espera. Eres tú. Llueva o nieve, haga
viento o truene. Siempre dispuesto a satisfacerme. Mi fiel fuente de placer.
Te llames como te
llames, flash, polin, helado de agua, da lo mismo, siempre estás en mi
congelador……dispuesto a que te coma.
Mi vicio eres tú.
Yago
Welles, 31/5/2012
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