Recuerdo tiempos
lejanos en los que te conocí. Oía risas a mi lado, y al girarme a mirar, allí
estabas. Pura simpatía, alegría e ingenuidad. Algo me impulsó a conocerte, a
hablarte, a explicarte comos, cuandos y dondes, porque desde el primer día
demostraste avidez de aprender todo lo que alguien estuviera dispuesto a enseñarte.
Y me hiciste sentirme maestro, padre, conductor. No fue difícil sentir ternura
por ti y adoptarte sin pensarlo.
Unos tiempos en
que te sentí mi árbol que plantar, la flor que había que podar para que
creciera hermosa, una escultura que había que pulir antes de colocar en su
pedestal.
Una época en que
tus ojos se abrían sorprendidos a cada novedad que se te mostrara y tu mente
absorbía cada cosa que se te explicara. En que tus mejillas se sonrojaban al
oír hablar de besos y tu corazón se encogía al mentarte el amor. Cuando sentías
un torrente de emociones recorrer tus venas. Cuando eras un bebé, mi bebé.
La rubita de mi
corasón.
Y desde entonces…
Desde entonces el
bebé creció…y creció…y no dejó de crecer. Alimentándose de ideas, de proyectos,
de planes. Sin dejar de intentar realizar todo aquello que se le ocurría.
Esforzándose en los pequeños detalles, pequeños si, pero detalles que son los
artífices de toda grandeza. Dejó de ser mi bebé para ser mi compañera de
aventuras constructivas, mi comodín a donde recurrir cuando se me agotaban las
ideas, mi amiga.
La rubita de mi
corasón.
Y así es ella
ahora….
La que enseña cómo
ver un puente donde otros solo detectan piedras. La que indica cómo transformar
cuero en cristal. La guía para hacer cada día el milagro de los panes y los
peces multiplicando todo tipo de objetos. La constructora. La que te fabrica el
edificio donde trabajar y la cama donde descansar después. La que te da el
banco donde sentarte para admirar lo que te rodea. La que llena tu vida de
cosas útiles sacadas de simples cajas de madera.
La que da
lecciones de vida, la que demuestra que de una cabeza puede emanar genialidad,
de unas manos trabajo, de un alma tesón, de un corazón pasión.
La creadora de
sueños. ¡Más que eso! Porque no sólo crea los sueños, sino que los hace
realidad. La artista. La genio. La estrella que ilumina por donde pasa. La
admirada.
La rubita de mi
corasón.
Yago Welles, 24/5/2012
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